Cuando vi por primera vez a la Catedral de Chartres quedé totalmente impresionada por las enormes dimensiones que ésta tiene. Es alta y esbelta y puedes ver el gótico en cada nervio, cada detalle destila gótico. Al entrar quedas sobrecogido, un espacio enorme ante ti.

Lo que más me sorprenden de estas catedrales góticas es pensar en la época en la que se construyeron; los pocos métodos que tenían, apenas sin estudios (todo se basaba en prueba y error). Me parece ALUCINANTE; auténticas maravillas.

Otra de las cosas que impresionan de esta catedral son las vidrieras; datan del siglo XIII y XIV y son las originales. (Están limpiadas pero básicamente son las originales).

A destacar también un magnífico laberinto. Es de gran tamaño y es el original que data de 1205. En la Edad Media era común que en las iglesias hubiera laberintos pero éstos han ido desapareciendo con el paso de los años.
Los laberintos representaban la peregrinación de la vida hasta Dios; a veces el camino era difícil y largo, a veces parecía que ibas a llegar y de repente te alejabas…Pero con esfuerzo acababas llegando.

Normalmente el laberinto está medio tapado con sillas; tan sólo los viernes se descubre y se puede recorrer. (Aviso para visitantes).

Nos contó la guía que la catedral estaba protegida por la Virgen María ya que era su “favorita”. Apenas se había tenido que restaurar (limpiar un poco nada más, algunas estatuas) pero que nunca había sido destruida por guerras ni bombardeos. (Nos contó que los nazis se escondieron en las campanas pero aún así no se bombardeo).

Además, el pueblecito es muy tierno; tiene un pequeño río, las casas son como de cuento, la calzada está hecha de adoquines, los nombres de las calles pintados…

Una gran sorpresa el descubrir este rincón de Francia.