Seguimos la historia de la ciudad que comenzamos aquí.

Este pequeño pueblecito habitado sólo por monjes a orillas del Isar llamó la atención por primera en 1156. Heinrich der Löwe (Enrique el León) duque de Sajonia y Baviera y el príncipe más poderoso alemán de su época buscaba un emplazamiento para instalar una estación de peaje, con el objetivo de cobrar un impuesto por el tránsito de la sal, producto procedente de la cercana ciudad de Ausburgo.

Hasta ese momento, el impuesto era recaudado por el poderoso obispo de Freising (Frisinga) en el puente de Oberföhring, situado algo más al norte. El duque quemó el puente y construyó otro nuevo en uno de los ramales del Isar (el actual Ludwigsbrücke). Poco después el emperador Federico I Barbarroja otorgaría a Múnich derechos de aduana, mercado y acuñación de moneda.

bruckeEvidentemente el obispo de Fresing, después de esa jugarreta no se iba a quedar de brazos cruzados y aprovechando además que el emperador Federico I (si, el mismo señor de antes que ayudó al duque de Baviera) era su tío, se quejó de tal injusticia. El emperador decidió seguir dejando en manos del duque Enrique la población de Múnich (que además era su primo – si es que todo queda en familia) pero para contentar obligó a Múnich a pagar a Fresing una tercera parte de las entradas del peaje. Esta multa se mantuvo hasta 1852. (¡700 años de multa!)

La decisión se tomó el 14 de junio de 1158, fecha que se considera el día de la fundación de Múnich.