“El mucho madrugar y poco dormir (rehaciendo el equipaje de última hora) nos hace tener un pequeño despiste como el olvidarse la chaqueta en casa. Craso error. Un viaje al hemisferio sur donde aún es invierno sin chaqueta no parece a priori una buena idea. Tras coger el S-bahn por fin llegamos a nuestro tren que nos llevará a la ciudad de la bolsa alemana. Frankfurt nos recibe con mucho calor, casi 40º. Después de dejar nuestras mochilas cargadas de ilusiones en las taquillas, alquilamos unas bicis y vamos dejando que la ciudad nos sorprenda.
Pequeños rincones con cierto encanto, pero a primera vista no me parece una bonita ciudad alemana. Predominan rascacielos, cada cual compitiendo a ser más alto. En realidad parece que nos encontremos en una ciudad de pleno desarrollo de China donde los edificios tienen una constante lucha de altura.
Conseguimos encontrar el centro histórico donde pudimos reconocer la Alemania a la que estamos acostumbrados. Una delicia.
Agotados por el calor y después de una vuelta con las bicis (pudimos ver la casa de Goethe) decidimos descansar a las orillas del Main.
Cuando el sol bajó en potencia de irradiación y la temperatura bajó unos grados decidimos subir al cuarto rascacielos (Sparkasse) más alto de la ciudad. Las vistas eran sorprendentes y al estar el día tan despejado pudimos ver toda la región.
Para cenar, descubrimos un pequeño barrio encantador al otro lado del río (por la calle Klappergasse) donde tuvimos la sensación de adentrarnos en un pueblecito.
Además, la ciudad estaba en fiestas, con lo que acabamos el día viendo unos fuegos artificiales a orillas del río.
Diario de a bordo
5 de agosto 2013
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