Desde hace ya algún tiempo, cuando vuelvo a Valencia, siento que añoro Múnich, pero a la vez, estando en Múnich echo de menos Valencia. Así en un bucle, puesto que también echo de menos cosas de Suiza y si me apuras hasta de Inglaterra. Y es que tengo literalmente el corazón dividido y me siento extranjera en ambos sitios, que no pertenezco a ningún lugar o mejor dicho, que pertenezco a muchos lugares a la vez. Ciudadana del mundo.
Es el síndrome del expatriado, una vez has salido de tu zona de confort y de tu hogar, siempre tienes esa sensación de añoranza, de novedad, de tener que acostumbrarse.
Como decía Mami en Dinamarca, al contrario que sentirse desdichado y anhelar aquello que no se tiene; hay que sentirse afortunado: tenemos la suerte de conocer varias culturas, sacar lo mejor de cada una de ellas, aprender, tolerar. A estas alturas de mi vida, ya no solo me siento valenciana o española sino europea.
Os dejo unas palabras, que reflejan un poco mi vida y que he descubierto por Caru Cienfuegos, toda una inspiración para mí.
“Visitar otros países y otras culturas a mí me ha enriquecido de tal manera que te podría estar hablando toda una mañana de cómo ha repercutido esto en mi identidad. Para resumirlo te diré que yo prefiero tener piernas que raíces. Digo esto porque las piernas te permiten viajar, ver otras culturas y otras gentes, conocer otros modos de vida…, y las raíces te enrocan en un sitio, te obsesionan, y las defiendes a ultranza: ‘ser católico, ser catalán, ser vasco, ser español, ser de no sé qué secta…’ todo eso te ensimisma.” Francisco Gavilán
Dicho esto, si ahora me fuera de Alemania estas son las cosas que echaría de menos:

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