Querido diario de a bordo:

Segunda vez que cruzo el charco y esta vez para visitar una ciudad llena de arquitectura. Como estudiante y amante de los edificios es un deber el visitar Chicago.

Después de 10 horas de vuelo Madrid – Chicago con delirios máximos, y charlas con las azafatas, llegamos al aeropuerto y a los famosos policías americanos en la aduana. Éstos fueron muy majos a excepción de que me hicieron un interrogatorio de mi vida. Nos mega ficharon (huellas, foto, etc) y después de tanta pregunta no sabía si era por su trabajo o por puro cotilleo.

El tiempo en Chicago está verdaderamente loco. En la semana que estuvimos pasamos de mangas cortas y calor de verano, por vendavales y lluvia a temperaturas in extremis en las cuales necesitábamos dos abrigos y bufandas a millares.

Los rascacielos más antiguos tienen las típicas escaleras anti-incendios metálicas, que da un miedo bajar… Antes de huir por ahí creo que la mejor opción es quemarse.

Los supermercados americanos son una experiencia que toda persona debe vivir en cuanto pise el país estadounidense. Es un universo de comida, de tipos y marcas jamás vistas y conocidas por el espectador.  Pasillos y pasillos llenos de papas, de dulces, de botes de kilos… El ir de compras se convierte en una aventura para encontrar lo que buscas en un laberinto de marranadas.

Chicago es una ciudad multirracial, está llena de negros, de sudamericanos y parece que hablan más español que inglés. Cuando intentas hablar con algún dependiente en inglés inmediatamente cambian de idioma.

Los museos de la ciudad dejan mucho que desear. Teniendo en cuenta que la ciudad es un museo en sí yo no perdería el tiempo (ni el dinero, porque son muy caros) en entrar, pudiendo ver taantas otras cosas.

Otra experiencia muy recomendable es ir a ver a la NBA. En mi caso fui a ver a los Chicago Bulls.  Fue un verdadero espectáculo. A pesar de que los Bulls perdieron, todo lo que montan en paralelo al partido es increíble; las animadores, las animaciones que hacían gritar a la gente, una gimnasta con hulahoop, unos que parecían sacados de high school musical…MUY GUAY. Al principio cantaron el himno americano, en directo. Nos hicieron hasta replantearnos el cambiarnos de país. Mucha emoción.  Evidentemente nos pusimos en situación y cenamos unos buenos hotdogs. Flipamos en como vendían los helados; lo lanzaban y luego le pasaban el dinero por la fila (todos pensamos que en España no llegaría ni el helado ni el dinero).

Si estudias arquitectura tienes como obligación el ir a la casa Farnsworth. Para mí fue toda una aventura ya que la casa está en medio de la NADA. Tuvimos que correr por Chicago a las 7 am de la mañana para finalmente, perder el tren por 1 min. Cogimos un tren a Aurora de ahí un taxi a Plano donde se está ubicada. La taxista que nos llevó era mexicana; muy maja pero a mí me dolían los ojos cada vez que miraba al taxímetro (era la única manera de llegar ya que no hay ningún tipo de transporte público).

Como habíamos perdido el tren llegamos con demasiado tiempo a la visita (una hora larga) así que nos aprendimos la (pequeña) tienda de memoria. Como llovía sólo los turistas intrépidos habían decidido ver la casa; así que estábamos solas mi amiga y yo.

Tuvimos que andar media milla (en nuestro caso, bajo el diluvio universal) por el bosque. Íbamos con una guía; una viejecita tierna que se nos cogía del brazo para andar y no resbalarse. Ver la casa fue… algo que todo arquitecto debe hacer. Entramos (nos hicieron quitar los zapatos), hicimos fotos (aunque dentro está prohibido) y gozamos la casa durante una hora

La misma taxista nos recogió; y de nuevo, temí por nuestras vidas; creía que nos raptaban. Pero finalmente llegamos sanas y salvas a Chicago.

Podría hablar horas y horas sobre esta ciudad, sobre sus gentes, sus edificios y miles de anécdotas, pero creo que esto es todo por hoy. Chicago es una ciudad verdaderamente espectacular. Me da la sensación que está minusvalorada.

Que las palabras y críticas de esta bella ciudad se las lleve el viento….